Por Ale Pachocki

Por eso de que me gustan los lugares alejados del mundanal ruido creo que he vivido los últimos 33 años de mi vida lejos de las ciudades, ni siquiera en pueblos urbanizados. Viví 28 años en Ushuaia, de los cuales los últimos 14 fueron en un valle donde mis vecinos cercanos estaban a 200 mts.

En la actualidad vivimos con mi compañera en un paraje, San José de Tinogasta, al pie de la Cordillera de Los Andes, en el extremo oeste de Catamarca, El desierto en su más puro estado.

Lo cierto es que, como decía, hace mucho tiempo que no vivo en un lugar donde llegar a un sitio de despegue sea fácil. Digamos… subirse a una camioneta con el equipo, bajar, armar y salir a volar. Esto tiene su encanto, se puede planificar el vuelo intensamente, los pormenores de la elección de la hora de despegue, la evolución meteorológica del día, etc.

Generalmente hay una zona de confort establecida donde se sabe la ubicación de las térmicas de servicio, las corrientes térmicas, su desplazamiento en el relieve, hasta un aterrizaje potable, compañeros de aire que están cerca y volando, etc. etc. etc.

En Los Alpes y algunos sitios de vuelo habituales y desarrollados se practica el hike and fly pero generalmente se vuela en lugares donde ya se voló, donde si hurgamos un poco en internet hasta hay mapas de térmicas de servicio!.

En Los andes no sucede eso. Los Andes son salvajes. Están por descubrirse aún, No tengo estadísticas, pero diría por mi experiencia que en Los Andes aún no se voló ni el 1% de su extensión.

Pilotos de la calidad de Hernan Pitocco, Michel Gillemot, etc, junto a otros han incursionado en grandes proyectos de vuelo por estas montañas, gente muy inquieta que gusta del silencio de la montaña con vasta experiencia en lectura de lugares de vuelo. Pero aún queda muchísimo por volar.

Adrián Alvarez piloto de experiencia mendocino me propuso hace unos años volar diez montañas que nos gusten de los Andes argentinos. Creo que ya estoy un poco grande para ponerme con un proyecto de esa envergadura, pero lo que creo si es que aun puedo subir muchas más montañas a mi ritmo para hacer lo que me gusta: Volar.

Encuentro también muy encantador el hecho de subir solo, tomar mis propias decisiones y fundamentalmente enfocarme en la subida, en mis pies, en el entorno, sin la necesidad de hacerme cargo de nadie más, mi compañera, María José Isaía, gran piloto también, lo entiende y sabe que debo ir solo a la montaña.

Relato del vuelo del 23-06-15

El Martes 22, después de un fin de semana de trabajo para la Asociación Riojana de Vuelo Libre, tomando licencias de pilotos a sus asociados, no pude volar, debía trabajar. Volví a casa con muchas ganas de volar. Estamos en invierno, el invierno desértico catamarqueño.

Mucho frio de noche y cuando el sol comienza a calentar al suelo, sube la temperatura y queda muy agradable , diría que el 97% de los días de otoño invierno y primavera no hay nubes, es un lugar seco, desierto, hermoso.

Esa tarde, mate de por medio tome la decisión de volar el día siguiente en la modalidad “Caminar y Volar”, fuí al pueblo a conectarme para chequear la meteo del día siguiente, la que anunciaba un día relativamente favorable, 3/8 de cirros, poco viento, casi nulo en todas las capas hasta los 2400, posibilidades de térmicas suaves desde los 1200 (el suelo por aquí) hasta los 2000. Mire desde el patio de casa las montañas y volví a enfocarme en un cordón que se lleva mis ojos siempre. Tal vez no sea el mejor de todo el entorno en cuanto a vuelo se refiere, pero por algún motivo siempre tuve ganas de subir a volarlo.

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Talvez sea porque los cóndores del lugar lo usan como apoyo de transición en su vuelo habitual desde el valle (donde bajan a comer los bichos muertos) hasta sus buitreras en el primer cordón de los grandes Andes, aquí atrás nomas a menos de 100 kms están los seis volcanes más altos del mundo.

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La mañana del 23 preparé mi equipo. Mi vela, un Mentor 3 (EN-B) , mi arnés, carenada liviana, Supair modelo Deligth, no conozco una silla carenada liviana de 2 kg más cómoda y segura que esa. Camelback, dos litros de agua (aquí no hay agua en la montaña), dos sanguches de carne asada del día anterior, dos bananas para el camino de subida. Una ración de marcha con semillas y esas cosas que me prepara Majo. Un turrón (para el waiting) el Handy bien cargado, una batería de repuesto. El celular (arriba en la montaña tengo señal), la gopro como única cámara. Una navaja de bombero que tiene serrucho de madera, un monocular catalejo, paños húmedos para necesidades fisiológicas y limpiar heridas también y 4 cigarrillos por si me la pegaba y debía estar tiempo esperando rescate. Todo el equipo pesa 15 kg. No es el más liviano de las opciones, pero es lo que tengo.

Me vestí con ropa interior de capilene, la misma de siempre que atesoro como la mejor opción a la hora de transpirar y no enfriarse. Un polar fino, una campera de pluma liviana, una campera de Gore para la última capa. Un pantalón de lona gruesa, un sobre pantalón de gore , Un cuellito de “avolar.info” para la pelada, guantes con palma reforzada para lo agresivo del relieve , lentes de sol y lo mejor, las botas Asolo de Gore que me obsequió el Rocca hace unos años y que cuido para estas ocasiones.

Vale aclarar que la vestimenta no solo la pienso como abrigo inteligente, sino también en el caso de accidentarme que amortigüe el palo y también para pasar la noche en la montaña.

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Salí a las 10:30, una hora en que el sol ya está haciendo su trabajo y no esta tan frio. Para llegar al pie de la montaña debería caminar una hora, luego calculaba que hasta el filo serian unas 2 hs más. Lo que en realidad fueron casi 5 hs en total.

Toda la transición hasta el pie de monte fue bastante tortuosa, el suelo del desierto es muy rocoso, con plantas agresivas llenas de espinas, cuevitas de bichos en el suelo donde me hundía y aunque parezca exagerado fue muy trabajoso llegar hasta allí. Cuando llegué al pie de monte trace mentalmente una ruta de subida que, desde abajo parecía potable. Cuando subí los primeros 100 mts ya estaba más que complicado en una vertiente de roca sin posibilidades de seguir subiendo y con una bajada también complicada, No es fácil moverse con el parapente en la espalda , es mucha inercia la que llevaba y los movimientos deben ser muy cautelosos, sobre todo con un piso en declive de piedra suelta y filosa.

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Tuve que bajar un tramo, me sentía enojado con mi mala apreciación y por supuesto desde esa perspectiva ya no tenía una buena visual para definir otra ruta de subida segura.

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Así que encaré por donde me pareció mejor y estuve un parde horas complicado y temeroso de ciertas transiciones que debí hacer para seguir subiendo por donde probablemente no volvería a subir nunca más.

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Al fin pude llegar al filo donde el ascenso solo fue una cuestión de constancia, mucho más relajado que las dos primeras horas.

Subí por el filo de la costilla durante casi 3 hs más, a buen ritmo, solo parando para comer, beber y tomar fotos, para ese entonces ya tenía comunicación radial con Majo que era mi apoyo en el valle.

Así fue que llegue al último repecho donde la costilla se ponía bastante vertical, pero 50 mts más arriba estaba la cumbre , solo que subir con el equipo hubiera sido otra vez complicado y peligroso. Dejé el equipo y subí solo para ver desde ahí el valle de atrás. Para ese entonces la zona de despegue menos peor era donde dejé el equipo. Subí, puede ver EL Puesto (el pueblito del otro Valle) una panorámica imponente del desierto, mi pueblito allí abajo y también que sobre el filo entraban algunas rachas de atrás .

Sin duda el lugar de despegue era esos 50 mts más abajo donde la insolación era directa sobre la costilla y se sentían algunas térmicas suaves pasar.

El viento meteo era prácticamente nulo, llegó una pareja de cóndores curiosos a verme, girando un pedito y se quedaron pasándome cerca, por momentos a menos de 5 mts, el gran macho tenía su buche lleno de comida y unas alas enormes, la hembra, cautelosa se quedaba del lado de afuera de la térmica esperando seguramente las acciones del macho, creo que me vieron quieto y vinieron a comerme. Los salude con respeto y admiración y se fueron.

Bueno, ya descansado y con un panorama del vuelo que haría (sabía que todo lo que lograra por encima de un planeo sería bueno, térmica más que suave, viento nulo, 4 de la tarde ya, no debía demorarme más), el tema a resolver era el despegue sin viento sobre la costilla con un suelo en mi contra.

Decidí que debía trabajar en la zona así que saque la navaja “ cortatodo” y comencé con los espinudos, las piedras filosas y las ramas secas. Puse la vela en abanico bien cerrada para que suba por el medio y cuando abra, las puntas ya esté en el aire. Limpie las líneas de una manera muy concienzuda dejando los suspentes por donde no se engancharan al subir, dejé las “A” bien desenredadas del resto y todo lo más posible en el suelo pensando en que subieran limpias. El tema es que no solo el suelo es agresivo y las plantas son enganchadoras con sus espinas sino que también mi carrera era imposible con unas rocas y más espinudos por debajo…. Mi despegue debía ser impecable en cuanto a técnica se refiere. Medí las termiquitas que pasaban, eran flacas pero era lo que había. Hice un intento y no lo logré. Me desequipe, pensé en que talvez lo más sano era bajar 200 mts a un lugar más potable de despegue… lo desestimé.

Quería despegar de ahí, esos 200 mts eran cruciales si quería tener chance de volar algo más que un planeo Así que volví a limpiar el suelo, fui más delicado para poner la vela y los suspentes. Me enfoqué en los ciclitos térmicos más y volví a intentarlo y esta vez lo logré. Pude despegar.

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Después del grito de victoria me enfoque en subir. Era prácticamente imposible con esa suavidad de condición. Giré unos ceros, me traslade por dentro de la quebrada, la volé toda. Cuando comencé a perder altura fui a buscar a la quebrada de al lado donde siempre veo subir los cóndores, llegue bien sobre el filo, pero no había nada que subiera.

Me hundí en descendencias, probablemente llegue en un mal ciclo, mi última chance era el valle insolado y seco, allí fui. Volví a encontrar un cero y lo trabaje, pero no explotó, así que con el planeo justo me dirigí al viñedo donde estaba mi compañera esperándome . Aterrice fuerte. Fueron 20 minutos de vuelo, 600 mts de desnivel. Volé por primera vez ese lugar, es un buen lugar, en primavera voy a volver a volarlo.

Este vuelito quiero compartirlo con mi amigo Mariano Minich quien es el piloto “caminar y volar “ más enfocado que conozco.

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